Todos los ríos de Jujuy

En la Síntesis Geográfica de la Provincia de Jujuy (1978), Bernardo Farfán reproduce aspectos tomados del libro «Geografía de la Provincia de Jujuy» del profesor Teodoro S. Saravia (1). Complementada con información de publicaciones más recientes, se ofrece en esta Entrada una detallada descripción de vertientes, cuencas, ríos, arroyos y lagunas de Jujuy.

Edición y compaginación, veromendo. Fotografías: Pey Lien in memoriam y veromendo

Definiciones

Según la R.A.E., la hidrografía es una parte de la geografía física que se ocupa de la descripción de las aguas del planeta Tierra, de sus características, tales como caudal, lecho, cuenca y sedimentación fluvial en aquellas que son continentales. Este concepto se utiliza también para denominar al conjunto de aguas de una región o de un país. (2)

Asimismo, se conoce como cuenca hidrográfica al territorio cuyo régimen fluvial desagua a través de un sistema de drenaje natural único. Es habitual que se considere la cuenca hidrográfica de un determinado río como una región natural específica.

Vertiente hidrográfica, por otra parte, es el conjunto de ríos y sus respectivos afluentes que desembocan en un mismo destino. Los ríos que conforman una vertiente hidrográfica suelen tener características similares.

Cabe destacar la diferencia entre hidrografíahidrología. La hidrología se dedica al estudio de la distribución y de las propiedades de las aguas presentes en la corteza terrestre y en la atmósfera. Por lo tanto, incluye el estudio de la humedad del suelo, las precipitaciones y las masas glaciares, entre otros temas (3).

Consideraciones generales de la hidrografía de Jujuy

La provincia de Jujuy cuenta con tres vertientes hidrográficas fundamentales:

  1. La vertiente del río Grande, cuyas aguas desembocan en el Bermejo, río que a su vez desagua en el río Paraná y éste, en el Río de la Plata para llegar finalmente al Océano Atlántico.
  2. La vertiente interior, cuyos ríos terminan en lagunas de altura o se pierden en terrenos áridos y salares de la Puna.
  3. La vertiente del río Grande de San Juan de Oros. Este río, que en su origen funciona como límite físico entre las Repúblicas Argentina y de Bolivia, luego vuelca sus aguas en el caudaloso río Pilcomayo que, a su vez, es uno de los afluentes más grandes del río Paraguay.

En Jujuy, muchos de los ríos tienen origen en aguas que surgen de manera natural en las laderas montañosas –los denominados «ojos de agua«– o que provienen de deshielo. Por su parte, el régimen pluvial se caracteriza por aumentar su frecuencia en el verano, de tal manera que durante los meses de octubre y noviembre ya caen las primeras lluvias, que se intensifican de diciembre a marzo o abril. Durante esta época la mayoría de los ríos de la provincia aumentan considerablemente su caudal y sus aguas, que en los meses de invierno se muestran cristalinas, se tornan turbias o rojizas debido al limo que arrastran.

Vertiente del Río Grande

La vertiente más grande de Jujuy es la del río Grande, con un recorrido total de 500 kilómetros aproximadamente, siendo para la provincia una de las fuentes primordiales de recursos y un factor de progreso. Podría decirse que es “el Nilo de Jujuy”…

El río Grande de Jujuy atraviesa los departamentos de Humahuaca, Tilcara, Tumbaya y La Capital (actualmente Manuel Belgrano), dando vida a la Quebrada de Humahuaca. Tiene un recorrido de alrededor de 180 km, desde la ciudad de San Salvador de Jujuy (24º10’ Lat. S) hasta las proximidades de Iturbe (Negra Muerta: 22º55’ Lat. S) en el departamento de Humahuaca, donde confluyen el río Cóndor con el de La Cueva que le dan origen. El río Grande, como tributario del Bermejo, pertenece a la cuenca del Plata. (5)

Pese al gran desnivel altitudinal que presenta la Quebrada –San Salvador de Jujuy se encuentra a 1.258 m.s.n.m. mientras que su límite norte, en la unión de los ríos Cóndor y de La Cueva, está a 3.343 m.s.n.m. (5) su curso no es muy torrentoso y solamente en la época de lluvias, sus aguas corren con gran potencia pudiendo llegar a constituir un peligro para las poblaciones que se encuentran en su ribera.

La Quebrada de Humahuaca, flanqueada por dos grandes cordones montañosos pertenecientes a la Cordillera Oriental, presenta zonas con amplias llanuras de inundación que superan los 3 km de ancho, mientras que en algunos puntos –los localmente llamados “angostos”–, se estrecha hasta alcanzar sólo 30 m. Todo a lo largo del cauce del río Grande se suceden las desembocaduras de ríos que se conforman en las quebradas tributarias. (6) La morfología asimétrica de los cordones lindantes determina que, por el lado occidental, las faldas largas con pendiente suave dan lugar a quebradas tributarias transversales igualmente suaves o paulatinas, como las de Purmamarca, Huichairas, Juella y Yacoraite. Por su parte, las laderas orientales más cortas y pronunciadas (puesto que en realidad son líneas de falla) caen abruptamente sobre el valle con una pendiente de hasta 30º, como por ejemplo las de La Huerta o Calete.

Detalle de la cuenca del río Grande en la Provincia de Jujuy (SEGEMAR -ITGE 1998, Zamora Gómez, J. P., Tesis 2015, Ref. 4)

Luego de recorrer la Quebrada de Humahuaca y el ex departamento de la Capital –actualmente Manuel Belgrano– el río Grande toma orientación hacia el sudeste y describe una amplia curva en las proximidades de San Juancito donde recibe las aguas del río Perico. Aquí toma la denominación de río San Pedro y recorre el departamento homónimo hasta confundir sus aguas con las del importante río Lavayén. A partir de este punto pasa a denominarse río San Francisco y corre hacia el norte, sirviendo de límite entre los departamentos de Ledesma y Santa Bárbara. Finalmente ingresa en territorio de la provincia de Salta para tributar al río Bermejo.

Cuenca hidrográfica de los Ríos Grande y Perico (Zamora Gómez, J. P., Tesis 2015, Ref. 4)

La cuenca del río Grande es alimentada por más de cincuenta afluentes. Se mencionarán a continuación los tributarios más importantes.

AFLUENTES por LA MARGEN DERECHA del río Grande (OESTE).

En el departamento de Humahuaca y luego de su nacimiento, el río Grande recibe el tributo de los arroyos Chorrillos, Ovara, Coraya, Churcal, Pinchayoc y Uquía, que nacen en las proximidades de la sierra del Aguilar. La mayor parte del año, estos permanecen secos y sólo durante los meses del verano aportan un caudal que está determinado por la intensidad y frecuencia de las lluvias propias de la estación.

Quebrada de Coraya, tributaria de la Quebrada de Humahuaca (veromendo, 2020)

Algo más al sur se encuentra el río Yacoraite que tiene un recorrido aproximado de 55 km y en su curso inferior pone límite entre los departamentos de Humahuaca y Tilcara. El Yacoraite se forma por la confluencia de los arroyos Vicuñayoc, Casa Grande, San Carlos y Casa Chica que nacen también en la sierra del Aguilar.

Río Yacoraite (Postal 10 x 18 cm, Gráfica S.A., años ’70, aprox.)

Entrando en el departamento de Tilcara, es tributario el río Juella que, con un trayecto aproximado de 20 km, nace en Abra de la Cruz y tiene como afluentes a los arroyos Carámbano, San José y Chiquero.

El río Huichaira nace en el Abra de Pocoyoc y, durante sus 15 km de recorrido, tiene como afluentes a los arroyos Lipán y La Cruz. Continuando hacia el sur aportan al río Grande, los arroyos de Hornillos, Inca-Huasi y Quebrada Colorada. Ya en el departamento de Tumbaya, y siempre por la margen derecha, desemboca el río Purmamarca que pasa por el pueblo del mismo nombre. Nace en la sierra de Lipán y tiene una longitud aproximada de 50 km.

Luego siguen los arroyos Tumbaya, Coiruro y del Medio. El arroyo del Medio tiene singular importancia porque corre por la «falda del Volcán» luego de nacer en las estribaciones del cerro Morado. Durante la época de grandes lluvias puede arrastrar un caudal inconmensurable de agua mezclada con limo, greda y piedras pudiendo cubrir enormes extensiones que abarcan la traza de la RN 9 y la vía del Ferrocarril General Belgrano, que circuló hasta los años ’90. En este tramo temible, que era conocido como “Paso del Volcán”, las vías de comunicación siguen siendo interrumpidas con gran frecuencia lo cual constituye hasta hoy un problema serio especialmente en épocas estivales.

El Arroyo del Medio en Volcán, desde RN9 (veromendo, 2020)

Continuando en el departamento de La Capital, cinco ríos importantes nacen en las estribaciones de la sierra del Chañi y aportan considerable caudal de agua al río Grande durante todo el año. Corre en primer término el río León, que tiene un recorrido aproximado de 40 km y está formado por la confluencia de los arroyos Chañi y Cuevas.

Imponente Quebrada del río León desde RN 9 (veromendo, 2020)

El río Lozano, con 20 km de longitud, nace en las laderas del Chañi, tiene un caudal apreciable durante todo el año y una pendiente muy pronunciada.

El río Yala, con 25 km de longitud, tiene su origen en las lagunas de este mismo nombre y se desliza vertiginosamente por un lecho pedregoso de gran pendiente hasta entregar sus aguas límpidas y espumosas al cauce del río Grande.

El río Reyes, que nace en el Abra del Chañi, tiene como afluentes a los arroyos de Paño, Agua Caliente y al río Guerrero, que a su vez recibe las aguas del arroyo de La Quesera. En el lecho del arroyo de Agua Caliente se encuentran las renombradas fuentes termales de Reyes o “Termas de Reyes”, que día a día adquieren mayor reconocimiento por las propiedades curativas de sus aguas, lo benigno de su clima y la belleza natural circundante.

El río Chico o Xibi-xibi nace en Chuquina y, después de atravesar la ciudad de Jujuy, vierte sus aguas al río Grande en el lugar denominado Punta del Diamante. Desde el barrio de Cuyaya y hasta las proximidades de su desembocadura, se han construido obras sólidas de defensa en ambas márgenes, las que están cruzadas por varios puentes; uno por donde pasa (pasaba) la línea férrea y los otros que unen la ciudad con el barrio de Villa Gorriti.

Río Chico o Xibi-xibi en San Salvador de Jujuy (veromendo, 2019)

Entre los ríos Reyes y Chico, se encuentran algunos arroyos de poca importancia y que tienen algún caudal solamente en las épocas lluviosas, pudiendo mencionar al Burrumayo, al Quebrada Honda y al Huaico Hondo.

El río Alisos nace en La Almona. Tiene una longitud aproximada de 50 km y gran parte de su curso sirve de límite entre los departamentos de La Capital (Manuel Belgrano) y San Antonio.

El río Perico, con un recorrido aproximado de 70 km, nace en las laderas del cerro Bayo bajo el nombre de río Cerro Negro y al recibir como afluente principal al río de Los Morados cambia su nombre a río de La Cabaña. Así continúa su curso hasta las proximidades del pueblo de San Antonio, donde recibe las aguas del río de Los Sauces, que nace en la provincia de Salta y tiene, a su vez, como afluentes principales a los ríos Blanco y Uracatau. Luego de funcionar como límite entre los departamentos de San Antonio y El Carmen, corre por este último para desembocar en el río Grande en las proximidades de San Juancito. El caudal del río Perico es considerable. La casi totalidad de sus aguas alimenta a los diques La Ciénaga y Las Maderas, construidos con fines de abastecimiento de agua potable para la población y para controlar las crecidas del mismo río. Ambos diques prestan inmensos beneficios por medio del riego para grandes extensiones de tierra fértil, que son utilizadas para cultivos intensivos como el de tabaco, que constituyen la riqueza fundamental de esta zona de la provincia.

Dique «La Ciénaga» (postal antigua)

Desde San Juancito, el río Grande tuerce su curso hacia el Nordeste hasta alcanzar su desembocadura en el Bermejo. En este trayecto su lecho deja de ser pedregoso y corre por terrenos arenosos, menos accidentados y de pendiente suave. Sin embargo continúa recibiendo, siempre en su margen derecha, el tributo de ríos importantes en volumen de agua. Entre ellos hay que destacar al caudaloso río Lavayén. Este río, que tiene un recorrido aproximado de 160 km, nace en los nevados de Salta y se forma por la confluencia de los ríos Wierna, Caldera y Vaqueros. Por su margen derecha tiene como afluentes los ríos Amadores y Santa Rosa, los arroyos Yaquiasmé, Quisto, San Juan de Dios y Arroyo del Medio. Finalmente debemos mencionar el río Colorado, que nace en la región central de Santa Bárbara y después de servir de límite entre este departamento y el de San Pedro, tributa sus aguas al Lavayén. Asimismo, por su margen izquierda, el Lavayén recibe las aguas de los ríos de Las Pavas y Las Cañadas.

Desde su unión con el Lavayén y hasta su desembocadura en el río Bermejo, el río Grande pasa a denominarse San Francisco. En este tramo, siempre por la margen derecha y en territorio del departamento de Santa Bárbara, recibe el aporte de los arroyos de La Médica, Las Conchas y, finalmente, el río de Santa Rita que nace en las serranías de Santa Bárbara recibiendo a su vez las aguas de los arroyos Seco, Los Matos, Simbolar y Hoyada. El Santa Rita desemboca en el San Francisco en las proximidades del Gramillar.

AFLUENTES POR LA MARGEN IZQUIERDA del Río Grande de Jujuy (ESTE).

Los afluentes por su margen izquierda es decir, por el Este, son menos en número si bien algunos de ellos, por su recorrido y caudal, tienen mucha importancia.

El primer afluente en territorio del departamento de Humahuaca es el río La Cueva que en su origen recibe la denominación de río Casillas, y tiene una longitud aproximada de 50 km.

Continuando hacia el sur debemos mencionar al río Antumpa, cuyo curso es de 40 kilómetros, y se conforma por la confluencia de los arroyos Chaupi-Rodeo y Peña Blanca. Le siguen los ríos Rodero y Coctaca, ambos de menor amplitud e importancia que los dos anteriores. A continuación, el río Calete, que cuenta con un caudal considerable, tiene un recorrido aproximado de 60 kilómetros y se forma por la confluencia de los arroyos Ocumazo, Cianzo, Aparzo y Varas.

Descendiendo hacia el valle del río Cianzo (veromendo, 2018)

Finalmente, antes de dejar el departamento de Humahuaca, aportan sus aguas los arroyos Capla y Volcán.

En los departamentos de Tilcara y Tumbaya son pocos los afluentes de la margen izquierda, siendo dignos de mención el arroyo de la Quebrada de La Huerta, que nace en el Abra La Cruz y desemboca al frente de la localidad de Huacalera y el arroyo denominado Huasamayo, que se origina en el campo de La Laguna y pasa justamente por detrás del pueblo de Tilcara. Este tiene como afluentes a los pequeños arroyos San Gregorio, Charabozo, Alfarcito y Casa Colorada.

Hacia el Sur siguen los arroyos Gualchío, Tacomuyoc, Trancas y Huajra.

Ya en territorio del departamento capitalino, con excepción del río Zapla, sólo existen arroyos de poca importancia como los denominados Jaire y Chijra que, naciendo en Ruana y en La Cuesta, desembocan frente a Lozano y a la ciudad de Jujuy, respectivamente. Por su parte, el río Zapla, nace en las estribaciones de la sierra homónima y tiene un recorrido de 20 km. Completan la cuenca del río Grande los afluentes que, en los departamentos de San Pedro y Ledesma, aportan por la margen izquierda. Ellos son: el río Negro que, con un recorrido aproximado de 85 km, sirve de límite entre los departamentos de San Pedro y Ledesma y que se beneficia de las aguas de los ríos Payo, Tilquiza, La Escalera, Capillas y Negrito y, por su margen derecha, recibe el tributo del río El Quemado.

Puente sobre el Río Tilquiza (veromendo, 2005).

A continuación, el río Ledesma, cuyo curso es aproximadamente de 105 km y se forma por la confluencia de los ríos Tesorero, Corral de Piedra, Ocloyas y Burromayo. En su inicio toma el nombre de río Candelaria pero recién después de recibir el tributo del río Colorado, pasa a denominarse río Ledesma. Desde aquí hasta su desembocadura, este río tributario presenta un cauce desmesuradamente ancho en relación con su caudal.

Río Corral de Piedra (Collage de fotos 35 mm, veromendo, 2005).

El río San Lorenzo, es el afluente más importante de la margen izquierda del río Grande de Jujuy que, como ya se ha mencionado, en este último tramo se denomina San Francisco. Está formado por la confluencia de numerosos arroyos y ríos que nacen en el departamento de Valle Grande y el sector oriental de Tilcara. Su recorrido es de aproximadamente 95 km. Tiene su origen en el Abra Colorada y, hasta su unión con el río del Valle Colorado, recibe el nombre de río Caspalá, que luego de pasar por el pueblo homónimo, corre con aguas cristalinas que se deslizan por un cauce de gran pendiente, encajonado y muy accidentado. Al reunir sus aguas con las del río del Valle Colorado recibe el nombre de río Valle Grande, hasta su confluencia con el río de Las Cañas . Este último, por su parte, nace en las sierras de Tilcara y recibe por su margen derecha a los ríos Negro y Totorillas como tributarios.

Paralelo a los ríos Caspalá y Las Cañas corre el río San Lucas, que nace en las serranías del departamento de Humahuaca bajo la denominación de río de Yala para, más adelante, volcar sus aguas torrentosas al ya mencionado río Valle Grande.

La unión del río Valle Grande con el Las Cañas da lugar al caudaloso río San Lorenzo que, como ya fue mencionado, vierte sus aguas en el San Francisco.

A continuación el río Sora, que nace en las faldas orientales del cordón de Calilegua, y el río de Las Piedras, que tiene sus nacientes en las laderas del Zenta y Calilegua, también vuelcan sus aguas en el río San Francisco. Gran parte del curso del Las Piedras, de alrededor de 50 km, sirve de límite con la provincia de Salta.

Finalmente, entre los cursos de los ríos Sora y Las Piedras, corren los arroyos Sauzalito y Yuto, en pleno departamento de Ledesma.

Vertiente interior

La vertiente del interior está constituida por los ríos que alimentan a las lagunas más importantes de la provincia: Pozuelos, Guayatayoc y Vilama, así como también a las Salinas Grandes y al salar de Olaroz.

La laguna de Pozuelos recibe el caudal de varios ríos, siendo dos los de mayor consideración el Cincel y el Santa Catalina.

El río Santa Catalina tiene sus nacientes en las montañas de Timón Cruz. Sus afluentes originarios son los arroyos Yancana y San Isidro: el primero nace en Ciénego Grande y el segundo en Tres Picachos. Ambas corrientes se unen cerca de Oratorio, desde donde sigue una dirección de sur a norte y, hacia la mitad de su curso, forma una amplia curva hacia el este para luego retomar un rumbo de norte a sur que lo lleva a desembocar en la Laguna de Pozuelos. Según la región que atraviesa recibe diferentes nombres, llamándose primero río Santa Catalina luego, Sarcarí en el límite con Bolivia, más tarde río Grande y, justo antes de vertir sus aguas en la laguna de Pozuelos, Pasajes .

El río Santa Catalina tiene un recorrido aproximado de 120 kilómetros y sus afluentes más importantes de la margen izquierda (Este) son los arroyos Oratorio, Chuyaytina, Cruz Peaña, Iromayo, Peña Colorada, San Francisco, Apóstol, Cara-Cara, río Seco, un segundo arroyo Peña Colorada, Tolamayo y Sarcarí. Por la margen derecha (Oeste) podemos mencionar como afluentes más importantes los arroyos Puesto Chico y Yoscaba. En las épocas estivales tiene mucho caudal, presentando en ciertos momentos un aspecto imponente por el volumen que arrastra. Sus aguas en todo momento son aptas para uso humano; su lecho es casi siempre pedregoso y encajonado, especialmente desde su origen hasta la mitad de su curso. Luego se desliza suavemente por las llanuras de Piscuno, Cerrito, Cieneguillas y Pasajes.

El río Cincel nace en las serranías de Cabalonga. Al principio tienen un recorrido de oeste a este y sirve de límite entre los departamentos de Rinconada y Cochinoca, luego toma rumbo norte y después de atravesar los distritos de Cincel, Cerro León, Carahuasi, Ciénego Grande y Pozuelos, vierte sus aguas en la laguna de ese nombre. Tiene un recorrido de 60 kilómetros aproximadamente. Entre sus afluentes principales debemos mencionar al Lopiara, en la margen izquierda y al Botegayoc en la derecha. Este último tiene sus nacientes en la sierra de Quichagua. Aún con pocos afluentes, el río Cincel tiene un caudal importante que aumenta considerablemente en la época lluvias, es decir, de diciembre a abril. Este río no tiene mucha pendiente por lo que sus aguas corren con lentitud por un lecho arenoso hasta su destino en Pozuelos.

La laguna de Pozuelos recibe, además, el aporte de otros arroyos como Cóndor, Lagunillas y Guayatayoc. El primero tiene su nacimiento en la serranía de San José, que por su margen derecha recibe como afluentes a los arroyos Colquimayo y Salviayoc. Hacia este último, confluye el pequeño arroyo El Chorro, en cuya margen derecha se encuentra situado el pueblo de Rinconada. Por su parte, el arroyo Guayatayoc se origina en los altos de Yoscaba, tiene una longitud aproximada de 20 km y se forma por la confluencia de los arroyos Sayate y Queñual y, luego de servir como límite entre los departamentos de Santa Catalina y Rinconada, vierte sus aguas en la laguna de Pozuelos.

La extensa e imponente laguna de Guayatayoc recibe el aporte de numerosos arroyos y ríos siendo los siguientes los de mayor importancia:

Río de Abra Pampa o Miraflores. Tiene sus nacientes en el sector sur del departamento de Yavi. Primero recibe el nombre de río del Puesto. Luego de pasar y conformar la pequeña laguna de Runtuyoc toma el nombre de río de Abra Pampa, dado que transita por las cercanías de este pueblo. Continuando siempre hacia el sur, pasa a llamarse río Miraflores y por último, Cochagasta, antes de entregar sus aguas a la laguna de Guayatayoc. Con una longitud aproximada de 115 kilómetros, posee un caudal considerable que se desliza mansamente y sin mayores accidentes hasta su desembocadura, pues su lecho es mayormente arenoso. Sus principales afluentes por la margen derecha son los ríos Angostura, Chorojra y Doncellas. Este último, a su vez, recibe las aguas de los arroyos Chorbante y Tambillos. También podemos mencionar los ríos Casabindo, Negro, Blanco y finalmente el de Tusaquillas. Retomando con el río Abra Pampa, por su margen izquierda tiene como afluentes, en primer término, el río Colorado que, en gran parte de su curso, sirve de límite entre los departamentos de Cochinoca y Yavi y luego, los ríos Tabladas, Lumara y Abra-Laite, más pequeños, aunque también dignos de mención.

El Río de Las Burras sigue en importancia al río de Abra Pampa o Miraflores y fluye hacia la Laguna de Guayatayoc. Tiene una longitud de 135 km aproximadamente y se forma por la confluencia de los ríos Coranzulí y Pastos Chicos, que se originan y recorren en su totalidad por el departamento de Susques. El primero nace en las estribaciones de los cerros Tocón y Niño, pasa por la localidad de Coranzulí, toma orientación de norte a sur y, después de un recorrido aproximado de 60 km, se une con el río de Pastos Chicos. Éste, a su vez, nace en la localidad homónima, corre de sur a norte y tiene una longitud aproximada de 70 km. Ambos poseen un caudal de agua considerable y permanente durante todo el año. El cauce del río de las Burras en su recorrido por el territorio del departamento de Cochinoca tiene hasta un kilómetro de ancho y es sumamente arenoso, constituyendo un severo obstáculo para el tránsito pues se lo debe cruzar siguiendo el camino que conduce a Susques o San Antonio de Los Cobres. Precisamente por ser su lecho tan arenoso, durante la mayor parte del año permanece seco y solamente durante la época de lluvias cuenta con un caudal considerable que aporta a la laguna de Guayatayoc.

Completan la hidrografía del altiplano, los ríos que se vierten en las Salinas Grandes, los salares del departamento de Susques y a la extensa laguna de Vilama que se encuentra enclavada casi en plena Cordillera de Los Andes y dentro del departamento de Rinconada. El afluente más importante de las Salinas Grandes es el río del Moreno, que nace en las estribaciones del Cerro Bayo y corre de sur a norte.

La laguna de Vilama, está formada por las aguas de arroyos que se originan en los deshielos de las montañas que sirven de límite con la República de Bolivia.

El río Rosario, que tiene sus nacientes en el departamento de Rinconada, sigue un curso de norte a sur y, después de un recorrido aproximado de 80 km, desemboca en el Salar de Olaroz.

Los ríos que surcan en distintas direcciones el territorio de la puna jujeña proporcionan el agua, elemento vital para la población diseminada en las montañas y llanuras, así como también para abrevar los rebaños de ganado lanar y cabrío y posibilitar el riego de las pequeñas parcelas en terrenos donde por la topografía o por un ambiente moderadamente benigno, se permite el reducido cultivo de algunos cultivos andinos o plantas forrajeras adaptadas a estas regiones áridas y de clima riguroso.

VERTIENTE DEL RÍO GRANDE DE SAN JUAN Y PILCOMAYO

Completan la hidrografía del altiplano los tributarios del río Grande de San Juan, que tienen la particularidad de seguir un curso de sur a norte. Todos ellos se originan y recorren territorio de los departamentos de Rinconada, Santa Catalina y Yavi, siendo los más importantes los ríos Granadas, Orosmayo y La Quiaca.

Río Granadas. Sus nacientes se encuentran en las proximidades del imponente cerro homónimo, con un recorrido aproximado de 50 km. Cuenta con numerosos afluentes siendo los principales, por su margen derecha, el río Tiomayo y, por la izquierda, el Queñoal o Garciayoc, que en gran parte de su recorrido sirve como límite entre los departamentos de Rinconada y Santa Catalina. También son afluentes por la margen izquierda los arroyos Quinchamal, Cusi-Cusi, Paicone y Potrero Grande. Todos estos se encuentran en territorio del departamento de Santa Catalina. El Granadas tiene un caudal considerable formado por los deshielos de las montañas que en esta región presentan casi siempre nieves eternas.

Río Orosmayo. Tiene sus nacientes en las proximidades de Coyaguayma,  también se orienta de sur a norte y su caudal es considerable durante todo el año. Luego de un recorrido de 80 km se une al río Granadas en el propio límite de los departamentos de Rinconada y Santa Catalina. Los afluentes por su margen derecha son los arroyos de La Cueva, Antiguyo, Ajedrez, Chiricoya, Farallón, Campanario y San Pedro. Por la margen izquierda debemos mencionar en primer término al río Pircas que tiene, a su vez, al arroyo Pirquitas como afluente cuya importancia radica en que en su lecho se han encontrado ricos aluviones de estaño que en la actualidad (años ’70) son intensamente explotados. Asimismo, debemos mencionar también a los arroyos Laime y Colpayoc. El Orosmayo ha tenido justo renombre y trascendencia pues su lecho contiene ricas arenas auríferas así como aluviones estanníferos, especialmente en el trayecto desde las inmediaciones de Pirquitas hasta las localidades de Orosmayo y San Pedro.

Finalmente los arroyos afluentes del río Grande de San Juan por la margen derecha, que nacen y recorren territorio del departamento de Santa Catalina son los siguientes: Oros, Merco, Hiromoco, Guasa-Chajra, Vallecito, Río Seco y El Angosto.

Río La Quiaca. Nace en las estribaciones de las montañas de Toquero. Al principio se orienta de oeste a este y luego de pasar por la Quiaca toma rumbo Norte, se interna en territorio boliviano y finalmente vierte sus aguas en el río Grande, que a su vez es tributario del caudaloso Pilcomayo. El río La Quiaca tiene varios afluentes, siendo los más importantes los que se encuentran en la margen derecha, que en su mayoría nacen en el sector sur del departamento de Yavi y recorren su territorio hacia el norte hasta el río La Quiaca. Podemos citar los siguientes: Tafna, La Ciénega y Toro-Ara. Este último es importante porque circunda la localidad de La Quiaca y sus aguas son las que se toman para dar agua corriente a esa población. Otro afluente de importancia es el que nace en las proximidades de Barrios, que toma el nombre de esta localidad al principio para luego denominarse Sansana, hasta desembocar en el río La Quiaca. También debemos mencionar al río de Yavi, que nace en la región denominada Casti, pasa por la cercanía del pueblo de Yavi, al que provee de agua potable y finalmente termina internándose en Bolivia, recibiendo antes como afluente al arroyo denominado Yavi Chico, que nace en el Rincón de Cajas.

LAGUNAS

El territorio de la provincia de Jujuy posee un número considerable de extensas y pintorescas lagunas. Las de Guayatayoc y Pozuelos son las más importantes, ya que son numerosos los ríos que les tributan sus aguas.

La laguna de Guayatayoc se encuentra situada en el departamento de Cochinoca. El volumen de sus aguas varía y alcanza la mayor amplitud durante los meses de marzo y abril. En este período tiene una extensión aproximada de 30 km de largo por 8 km de ancho cubriendo, alrededor de 240 kilómetros cuadrados. Por estar alimentada por los ríos de Miraflores o Abra Pampa y de Las Burras y por numerosos arroyos que durante la época de lluvias cuentan con un caudal apreciable, en esa época logra su mayor volumen, alcanzando los 4 o 5 metros de profundidad. Tiene la particularidad de estar prácticamente unida con las Salinas Grandes que se encuentran al sur de ella.

La laguna de Pozuelos se encuentra emplazada en el propio límite de los departamentos de Rinconada, Yavi y Santa Catalina. Recibe el aporte de los ríos Santa Catalina, Cincel, Cóndor, Guayatayoc y numerosos arroyos de menor importancia. Por su enorme extensión -tiene un largo aproximado de 20 km por un ancho de 10 km-, presenta un aspecto imponente aún en aquella inmensa pampa puneña. Asimismo se encuentra poblada por gran cantidad de aves acuáticas, como patos, parinas, guallatas, gallinetas, gordillos, chullampas, teru-teru, entre otras.

La laguna de Vilama se encuentra en el departamento de Rinconada y en las proximidades del límite con Chile. Se sitúa a más de 4.000 metros de altura, en una región árida y muy despoblada.

Tiene un largo aproximado de 20 km de largo por 8 km de ancho, cubriendo, una extensión de aproximadamente 160 kilómetros cuadrados. Es alimentada por ríos formados con los deshielos de la Cordillera de los Andes.

A 19 kilómetros de la ciudad de Jujuy y a una altura de 2.036 m.s.n.m. se encuentran las cristalinas lagunas de Yala. Son seis depósitos de agua provenientes de vertientes que surgen en las estribaciones de las serranías del Chañi. Reciben los nombres de del Nogués, Alizar, del Comedero, Desaguadero, del Rodero y Laguna Larga. Se llega hasta ellas costeando el curso del río Yala aguas arriba, por un camino de cornisa entre paisajes de sorprendente belleza, sinuoso y muy accidentado, que son muy visitadas por los turistas y los amantes del deporte de la pesca fina del pejerrey y la trucha. Son ambientes muy favorables para la cría y reproducción de estas especies. El pejerrey es abundante y se han pescado truchas hasta de 8 kilogramos.

En las proximidades de la laguna del Desaguadero se ha construido una Estación de Piscicultura para la cría y reproducción de truchas, que depende de los técnicos de Fomento Rural de la provincia.

La laguna de Runtuyoc. Su nombre es una palabra de origen quichua que significa «con huevos«. Esta laguna está situada en el distrito de Abra Pampa muy próxima a la vía férrea y a la ruta nacional 9. Tiene una extensión de 5 kilómetros cuadrados y está poblada por gran cantidad de aves acuáticas.

Laguna de Runtuyoc, Cochinoca (veromendo, 2021)

La laguna de Volcán se encuentra en las cercanías de la estación ferroviaria de El Volcán, 40 kilómetros al norte de la ciudad de Jujuy y a una altura de 2.078 ms.n.m. Ocupa una superficie aproximada de 37 hectáreas y está circundada por bellos paisajes.

Hasta acá Síntesis de la Provincia de Jujuy.

Algunas espejos de agua no mencionados, de importancia turística y paisajística:

  • Laguna de Tesorero (Depto. Manuel Belgrano).
  • Laguna de Leandro, en la zona de Rodero (Humahuaca).
  • Dique Los Alisos.
El río Grande de Jujuy cruzando por la ciudad de San Salvador de Jujuy (veromendo, 2015)

Referencias

El tesoro escondido del Yacoraite

Entre las historias menos conocidas que han tenido como escenario la Quebrada de Humahuaca, se encuentra la que tan bien relató José Armanini en su libro «La Quebrada Enigmática» (Buenos Aires, Hachette, 1965).  Dado que es imposible hallarla en internet y el libro no se ha vuelto a editar, me pareció interesante compartirla aquí y además dedicarle unas líneas a su autor, cuyo trabajo literario y pictórico está íntimamente ligado a la cultura quebradeña.

Qda Yacoraite UNT Lorenzo Kelly
Quebrada de Yacoraite – Foto: Don Lorenzo Kelly (1959).

LAS CUARENTA CARGAS DE PLATA DEL YACORAITE

 por José Armanini

Entre las distintas versiones relacionadas con el tesoro escondido del Yacoraite, hemos recogido en la Quebrada la que algunos descendientes de los Heredia y los Álvarez Prado dan como verdadera. No existen documentos, ni planos, ni referencia escrita que certifiquen el lugar de su existencia, pero muchos jujeños de vieja raigambre transmiten la historia escuchada a sus abuelos con el solemne respeto y la fe que éstos inspiraban. Según ellos, fue así:

A fin de robustecer las arcas y mantener el equilibrio económico en el menos rico Virreynato del Río de la Plata, el Virreynato del Perú le enviaba anualmente, con carác­ter de subvención y en forma secreta, una determinada cantidad de dinero, consistente en fernandinos de plata y onzas de oro. El traslado de este aporte se realizaba a lomo de mula, burro o llama, a lo largo de seiscientas leguas, presentando exteriormente la apariencia común de un transporte de mercaderías o productos de primera necesidad; pues sobre el lomo de los animales se veían costales viejos y ruinosas petacas de cuero de diferente tipo y laya; un oficial español vestido de paisano actuaba de patrón y cinco arrieros oficiaban de ayudantes.

En el año 1810 esta importante ayuda metálica es conducida en cargas y aparejos acondicionados sobre cuarenta mulas. El viaje es largo y penoso, y mucha la responsabilidad de los encargados de conducir el carga­mento. Este ha vencido las cumbres, abras y valles del Perú, ha cruzado el altiplano inhóspito y entrado ya a la Quebrada jujeña, cuando los ecos de la Revolución de Mayo lo sorprende poco antes de llegar a Huacalera: el Virrey Cisneros ha sido depuesto y se debe acatar al nuevo gobierno presidido por Saavedra. Un gran ejército marcha hacia las provincias del norte para consolidar el nuevo poder constituído.

La noticia es grave para los españoles, pues tiene fuerza de desmembramiento, produce pánico y es terrible­mente desoladora para los que conducen el cargamento. ¿Qué hacer? Las cuarenta mulas con sus costales y peta­cas de plata y oro están ahí, en la playa de Río Grande como a la deriva. ¿Avanzar? Esto significaría entregarse prisionero a las fuerzas rebeldes que vienen en marcha forzada. ¿Retroceder? Tampoco. Se encuentran en juris­dicción de la nueva patria en armas y cualquier autoridad de los pueblos de retaguardia puede tomarlos. Sin em­bargo hay que salvar el tesoro en cualquier forma y a cualquier precio. Ahí, a la vista, está la quebrada afluente del Yacoraite. Llegando hasta las altas cumbres de su nacimiento, podrían encontrar una salida que les permita escapar a Chile. No hay tiempo que perder. La idea se define y la pesada arria sube por la senda pedregosa hasta que los animales, agotados, se resisten a dar un paso más. Ahí cerca están las cimas que los acorralan, pero se ve el desfiladero que les permitirá transponerlas. Sus faldas yermas son cortadas a pique y sólo muestran algunas cuevas que ha socavado el tiempo con sus cotidianos elementos y donde, de tanto en tanto, anida algún cóndor.

Ante el dilema atosigante y premioso, se recurre por fin a una solución desesperada: esconder las cuarenta cargas de plata y oro.

Ahí están las cuevas. En una se han de guardar los aparejos y en otra cualquiera o en disimulada breña, se ha de cavar y sepultar el tesoro. Luego se soltaron los animales y el oficial y los cinco arrieros, uno a uno, tratarán de escapar tomando distintas direcciones.

Así se hace y, horas más tarde, las silenciosas cadenas del Yacoraite son depositarias del tesoro amonedado, que con sus desmoronamientos y exagerado celo ha de guardar entre las capas pétreas y arcillosas de su seno.

A comienzos del siglo XX, se inician en San Salvador de Jujuy los trabajos de construcción de la línea del ferrocarril que ha de unir a la Argentina con Bolivia. En un alarde de esfuerzo humano y de aplicación técnica, ella se extiende a lo largo de la quebrada indomable de Viltipoco y Tolay, la apacible de la colonia y más tarde bravía epopeya emancipadora. Sometida por la civilización y el progreso, ella va cambiando su carác­ter. Ahora la mole trepidante de la locomotora y sus vagones viborea por sus laderas con velocidad allí des­conocida y los ecos de sus silbidos horadan la gran­diosidad virgen del paisaje milenario y policromo.

Allá por el año 1906, los campamentos de «punta rieles» se hallan cerca del pueblo de Humahuaca. Un centenar de hombres, moviéndose como hormigas entre los dos macizos de la Quebrada, levantan terraplenes, cortan cerros y construyen puentes en constante esfuerzo y común acción. Son técnicos, operarios y peones de procedencia y origen dispares: genoveses parias y soli­tarios tiroleses; santiagueños aguantadores y tucumanos alegres, bolivianos y chilenos curtidos; algún andaluz fantasioso y uno que otro yugoslavo triste; el infaltable turco acriollado y muchos hombres del predio que ponen el hombro a la obra que los beneficiará.

Durante la semana se trabaja duro. El sábado por la tarde y en la noche se bebe vino y aguardiente, y se entona, al son de guitarras, bandoneones o concertinas, la evocadora canción de la lejana tierra natal. El domingo, entre copa y copa, se juega a la taba, al truco, al tute o a las bochas y se ventilan diferencias o alca­hueterías a punta de cuchillo, trompadas o palos.

Es una noche dominguera de libaciones y juego cuando Nepomuceno Catacata, hombre de la comarca y trabaja­dor de «punta rieles», se presenta en el despacho de bebidas de la proveeduría del campamento con gesto raro y movimientos nerviosos. Se acerca al mostrador con mirada y paso alertas. Se acoda en él con movi­miento sigiloso y pide un medio litro de vino. Luego paga con una moneda de plata más grande que la del «quinto» boliviano que por allí circula.

—¿De dónde has sacado esta moneda?— pregunta el cantinero.

Nepomuceno Catacata pide silencio llevando el índice de la mano derecha a los labios. Luego saca de uno de sus bolsillos un puñado de ellas, muestra y responde:

—Tengo muchas. ¿Sirven?

—¿Cómo no van a servir? ¡Son de plata!

—¿Y éstas amarillas?

El empleado toma la que Catacata le alcanza; la ob­serva, calcula su peso, la muerde y, mirando fijamente al peón, exclama:

—¿Dónde has robado este dinero, cochino?

Nepomuceno Catacata vuelve a pedir silencio levándose el índice a los labios y explica:

—Anduve por los cerros y encontré un «tapao»… Son muchas… Más de una carrada…

Pese al silencio y la reserva solicitada, el cantinero habla y la noticia se expande como peste entre el peonaje disperso en las casillas y carpas del campamento.

Catacata sigue bebiendo en el mostrador de la pro­veeduría.

—¡Es el tesoro escondido del Yacoraite! —exclaman, per­plejos, los viejos criollos de la zona, que allí trabajan.

—¿Dónde está el «tapao»?— interrogan los peones, sin disimular su envidia y codicia.

Por toda respuesta, Nepomuceno Catacata arroja varias monedas sobre el mostrador y ordena que sirvan vino para todos.

—¿Dónde está el «tapao»?— asedian los peones en forma casi amenazante.

Nepomuceno Catacata sigue mudo. No habla, ni ha­blará. Nadie sabrá nunca donde se halla su secreta fortuna. Ella le pertenece y la gastará cuándo y cómo quiera. Tomará mucho vino. Mascará mucha coca. Comprará un lindo caballo con montura y riendas chapeadas. No trabajará más con la pala y el pico, ni alzará más rieles. No trabajará en nada ni para nadie. ¿Para qué va a trabajar? Se trabaja para tener plata y esto a él le sobra. Así piensa Catacata y pide más vino. Pide vino para él y para todos los que están allí presentes. Él paga. Para eso tiene plata. Mientras tanto el ambiente se va haciendo cada vez más espeso. Ahora nadie habla. Sen­tados o parados a su alrededor, el peonaje bebe y observa con mirada huidiza al afortunado paisano. Se sigue bebiendo sin medida y, encendida por el alcohol, la mente aflora su maldad y baraja su egoísmo en maqui­naciones y proyectos inconfesables para compartir o apoderarse de esa riqueza.

No obstante su ebriedad, Nepomuceno Catacata presiente la amenaza y el peligro que ya pesa sobre su vida a causa del «tapao». Por eso arroja unas monedas más sobre el mostrador y sale de la proveeduría ferroviaria haciendo eses y sin mirar al grupo heterogéneo de contertulios. Luego camina con pasos acelerados e inseguros hacia la vía en construcción, como buscando refugio en las sombras de la noche.

Al reanudar el trabajo en las primeras horas del día siguiente, la «cuadrilla colocadora de rieles y durmientes» encuentra sobre el terraplén el cuerpo de Nepomuceno Catacata atravesado por una feroz puñalada. Los dedos de las manos del peón se han clavado como garfios en la tierra y en los bolsillos de su saco ya no hay fernandinos de plata ni onzas de oro. Su alma ha volado llevándose el secreto del tesoro escondido.

Algún tiempo después de que el criminal suceso conmoviera momentáneamente a los habitantes del lugar, la codicia natural de los hombres organiza comisiones para explorar los cerros en que se supone están sepultadas las cuarenta cargas de plata y oro con que el Virreynato del Perú quiso subvencionar al Virreynato del Río de la Plata en el año 1810. Después de cruentas penurias y mucho bregar, una de ellas encuentra la cueva en que se escondieron los aparejos, los cuales, por la acción del tiempo y las filtraciones pluviales, se deshacen con la sola presión de las manos. Este descubrimiento sin valor real pero confirmatorio de la existencia del «tapao», acicatea el espíritu y renueva el entusiasmo de los hombres que acometen la empresa. Pero, todo es en vano. Pasan meses de exploración y trabajo realizados en sacrificadas condiciones: el tesoro del Yacoraite no aparece. La paciencia se agota, la esperanza se esfuma: él sigue escondido aún entre los cerros como una burla a la tentación, a la codicia, al egoísmo y a la maldad de los hombres.

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