1º de Agosto, celebración de la Pachamama en Jujuy

PACHAMAMA, AMA RIPUICHU ÑOQAIKUAN KAKUY

Pachamama, no te vayas. Quédate con nosotros.

Invocación andina

En el año 1992, investigadoras de la Universidad Nacional del Noreste (UNNE) convocaron en Jujuy, a un seminario dedicado al estudio de la Pachamama y sus rituales, en particular la celebración del día primero de agosto. Los testimonios, análisis y conclusiones de ese trabajo pasaron a conformar una publicación de la UNJu en 1993, «en un primer acercamiento a la religiosidad telúrica del NOA«, según palabras de las mismas investigadoras.

En base a esa publicación (1) y sus referencias bibliográficas (2), fue elaborada esta entrada.

Ilustración de tapa: Medardo Pantoja (1948, dibujo a lápiz)

Conocer los mitos es importante en la vida de cada ser humano. Vivir los mitos constituye una experiencia religiosa. Esa religiosidad proviene de la reactualización de los acontecimientos fabulosos, a través de la reiteración de los actos y conductas narradas en los mitos. De este modo, olvidando los mitos pero practicando de forma periódica los ritos, se consigue permanecer a salvo de calamidades o infortunios. La práctica de las acciones simbólicas remite al mito. Primitivamente, ante fuerzas no alcanzaba a descifrar y que ponían en riesgo sus subsistencia, el hombre se sentía responsable de esa realidad. La relación de los mitos y los ritos tenía entonces por misión sostener, ser una parte creadora de esa realidad. «El mito no es un simple relato, ni el rito un simple hábito; mito y rito son dos versiones -oral una, plástica la otra- de la participación del hombre en la creación del mundo. Cuando el mundo atraviesa momentos críticos, se salva por la acción del hombre cumplida en el rito y traducida en el mito«

Según Eric Boman, hacia 1908, en el Perú, «Pacha» significaba, en quichua, «la tierra», «el mundo» y también «día» o «tiempo» mientras que ‘mama‘ significaba «madre». En la puna argentina, según había podido recopilar, tenía además otro sentido: «deidad» o «ser sobrenatural». De esta manera, Pachamama significaría «la Santa Tierra, la madre de todos y de todo».

Pachamama es siempre un ser femenino, una deidad de quien han nacido humanos, animales y plantas. Ella lo protege todo, especialmente al ser humano. La Pachamama es una divinidad telúrica pero también en íntima relación con lo agrario. Es considerada la fuente de todas las formas vivas, procreando incansablemnte pero que a la vez recibe a los muertos para su descanso y regeneración, para volver a dar otro ciclo. Es por ello que la Pacha reside en cada una de las pequeñas y grandes acciones de la vida humana. De esta manera, el hombre y la mujer honran a la Pachamama con ofrendas y oraciones en todos los momentos decisivos de la vida andina como, por ejemplo, la siembra, la caza, el hilado de la lana, la apertura de los canales de riego, los viajes. También para evitar que el ganado se disperse o se pierda mientras pasta en los cerros o para que el espíritu de una persona que fue «asustada«, vuelva al cuerpo. Asimismo se la invoca y se le agradece antes de preparar bebidas alcohólicas, sacrificar animales para la alimentación y antes de coquear. En definitiva, el «año andino» se organiza tomando como base su acción benéfica y protectora.

Pachamama constituye un modelo religioso de raigambre muy profunda y antigua, pues se considera que fue originado durante el proceso de sedentarización de los pueblos andinos, unos 6000 años antes de Cristo. Logró no sólo trascender la religión del incario sino, coexistir y convivir con el cristianismo impuesto por los colonizadores españoles, para llegar hasta nuestros días con toda vigencia.

Entre los testimonios recopilados acerca del ritual del 1º de agosto en Jujuy, se destacaron algunos rasgos comunes o repetidos. Así, en la zonas de baja densidad poblacional como la Puna, para realizar el ritual se elige la casa de una de las familias pobladoras y, año a año, se va rotando. Por su parte, las ancianas refirieron a los cuidados que el 31 de julio deben tenerse en torno al uso del agua y el fuego. El 1º de agosto, según la creencia ancestral, «hay pelea de los elementos agua, tierra, aire y fuego» así que ese día no debe encenderse el horno ni recolectarse agua. Durante esa jornada de rituales debe evitarse, además, realizar actos violentos donde alguien pueda salir herido, lo cual es considerado un mal presagio. Eventualmente, la vida «normal» retorna a la tierra el segundo día de agosto.

Para sahumar durante la ceremonia se utiliza un grupo de hierbas tradicionales tales como la koa, el romero, la manzanilla, el incienso. El sahumerio puede ser sencillo o decorado, por lo general de cerámica con orificios laterales, que en la actualidad puede conseguirse en los mercados jujeños. Por otro lado, nunca deben faltar las hojas de coca seleccionadas, los cigarrillos y la yicta (*).

Una celebración contemporánea de la Pachamama en Jujuy

María Elisa Sánchez de Cabana registró el testimonio de Andrea Arroyo, acerca de la celebración que tuvo lugar en casa de su abuelo, el 1º de agosto de 1992 en Tilcara, provincia de Jujuy.

«El 31 de julio de 1992 nueve integrantes de la familia de don Teófilo Flores se reunieron en el hogar de éste, en Tilcara. Durante todo el día prepararon la comida de la Pachamama con alimentos seleccionados de distintas épocas del año, guardados para ese evento. También escogieron los mejores frutos de la huerta familiar.

La ceremonia comienza el 1° de agosto muy temprano, cuando don Teófilo Flores enciende el sahumerio y recorre con él toda la vivienda «para espantar todos los males». El sahumerio está compuesto por hierbas medicinales, azúcar, alumbre y yista. Todos estos elementos se colocan en una vasija destinada únicamente a este efecto. Antes de almorzar, a las 11:30, el abuelo, don Teófilo, abre en la huerta familiar el pozo en el mismo lugar de años anteriores. A continuación introduce en él una vasija con el sahumerio sobre brasas. Tapa la boca con un poncho ‘para que el olor penetre la tierra abierta’.

Los nueve integrantes de la familia se colocan alrededor de la abertura por orden de edad, de mayor a menor. Don Teófilo es quien los ubica. Luego comienza a colocar las comidas, esparciéndolas en forma de cruz con ‘un elemento natural’, una caña de güiro, tallo de maíz, a manera de cuchara; de igual manera procede con las bebidas. Coloca después hojas de coca seleccionadas, enciende un cigarrillo y lo para en la tierra frente a él, para que se consuma lentamente. Al mismo tiempo pide mentalmente favores a la Pachamama y musita: ‘Pachamama, kusilla, kusilla’ (**). Los demás familiares ordenadamente, entregan un puñado de las distintas comidas con la mano o con el instrumento usado por el abuelo, nunca con un utensilio de hierro u otro metal, porque en lo posible se debe emplear en la ceremonia elementos y utensilios naturales elaborados por la Madre Tierra. Finalmente se ofrece el postre, las frutas.

Ahora cada uno debe observar su cigarrillo consumido para conocer los mensajes de la Pachamama; el abuelo realiza la lectura interpretativa. Saca las colillas y las arroja al pozo. Siempre en forma ordenada, se toma un puñado de tierra del montículo dejado al abrir el hoyo se lo coloca en forma de cruz.

Posteriormente se procede a limpiar los utensilios que portaban la comida de la ceremonia con el resto de tierra que queda, cuidando que la tierra caiga sobre el hoyo. Cuando se ha cubierto totalmente la abertura, se marca el lugar con una piedra, para señalar el sitio de la ceremonia hasta el próximo año.

Finalmente se almuerza y todos siguen con sus tareas cotidianas evitando los actos violentos para no lastimarse, ni herir a nadie. «Se debe estar en paz consigo mismo y con sus semejantes», es la consigna del día. Si por cualquier circunstancia alguien se lastimara, ello se consideraría un mal presagio de un año nefasto, hasta el próximo 1° de agosto. La joven informante de 17 años, estudiante de 5to año del nivel medio, considera a esta ceremonia como «una misa para la Madre Tierra, por eso es sagrada». Así la define participando de la unción con que el abuelo la realiza.«

Sobre el culto a la Pachamama se ha conseguido testimoniar variedad de ceremoniales y contextos, pero no se ha logrado encontrar una conexión que no sea la mítica: «el suceso original esconde su rostro velado en la memoria ancestral, estructura inconsciente que persiste actualizándose en su faz ritual. En ella persevera la función de estimular la fecundidad de una madre tan generosa como implacable, por ello amada y a la vez temida.«

(*)  Yicta o llicta: pasta blanda de color oscuro formada por cenizas vegetales y papa para acompañar a las hojas de coca del acullico.

(**) Kusilla, kusilla: alegría, alegría.

Fuentes

  1. Casasco de Benítez, G.; Mirande de Noceti, M. E.; Salinas Uzqueda, H. M.; Sánchez de Cabana, M. E.; Terrón de Bellomo, H.; Acuña, M. L. (coordinadora). Ritual de la PACHAMAMA, el 1° de Agosto. Dos interpretaciones y un texto literario. 1993. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy. San Salvador de Jujuy.
  2. Boman, E. Antigüedades de la Región Andina de la República Argentina y del desierto de Atacama (1908). Reedición en castellano. Universidad Nacional de Jujuy. San Salvador de Jujuy. Tomo I. 1991. Tomo II. 1992.

Más sobre el tema

Koas para la Pacha

En agosto durante las celebraciones en honor a la Pachamama, así como en otros rituales agrícolas y ceremonias en la zona andina de Bolivia, Argentina y Chile, es imprescindible la presencia de la “koa”, una planta nativa emblemática.

sahumerio con carbones y koa

Sahumerio, carbones y ramitas de koa durante la ceremonia a la Pachamama en Humahuaca (veromendo, 2016)

Investigando sobre su origen y propiedades pude saber que, en realidad, son varios los arbustos resinosos aromáticos que se reúnen bajo el nombre de “koa” u otras denominaciones vernáculas, integrando familias botánicas diferentes (1).

A su vez, la palabra “koa” significa “lo que se transforma en otra cosa” (2). Por ello, la acción de “koar”, es decir, quemar estas plantas de manera ceremonial y sahumar, representa un acto de limpieza, de curación o un medio para elevar los pedidos y agradecimientos a las divinidades y a los ancestros. El humo entonces, es el vehículo que ejerce la capacidad de comunicar y unir los diversos mundos en la cosmovisión andina. El poder simbólico está contenido en el nombre: “koa” (o en sus otras nominaciones) y no necesariamente en la especie botánica involucrada que, si bien es importante, puede ser reemplazada (3).

Cada pueblo, un ritual, un nombre

Una completa descripción de las koas fue publicada en los trabajos de Carolina Villagrán y Victoria Castro, donde sus usos están minuciosamente explicados y discriminados por zonas y poblados de las regiones del norte de Chile. Según esas investigaciones, la koa, koba, o wirakoa es considerada la planta ceremonial más importante de los Andes que, tanto en la zona más septentrional de Chile como en el sur de Bolivia se identifica con el arbusto de Diplostephium cinereum, abundante entre los 3500 y 4500 m de altitud en los Andes. La planta se recolecta, se pica, se seca y después se quema sin que prenda en llamas, de manera similar a como en Mesoamérica se utiliza el copal. Con ella se sahuman los animales durante la “señalada”, como forma de asegurar su fecundidad y su multiplicación. También se la utiliza en la ceremonia de “huilancha” ofrecida a la Pachamama, los mallkus o los santos, en retribución por los favores de fertilidad para el campo y el ganado. Asimismo se emplea para rituales de limpieza de la casa, para inaugurar un techamiento e incluso, para curarse de algún “mal” (1, 2).

D. cinereum vs P. quadrangularis vs F. bryoides

Algo más al sur, en la región chilena de Antofagasta, comienzan a utilizarse otros dos arbustos resinosos: Fabiana squamata y Fabiana bryoides, pertenecientes a la familia de las Solanáceas. Allí, estas especies son llamadas k’oa, koba, koba Santiago, illakowa, koille, entre otros nombres. También se encuentran presentes aunque con menor abundancia, en los tolares del sur de Bolivia y norte de Argentina a la misma latitud. Allí también, su uso está relacionado con el sahumado del ganado, limpieza de canales de riego o acequias y como una costumbre para la suerte. Algunas diferencias en el ceremonial se observan en las diversas poblaciones, aun encontrándose muy cercanas entre sí, remarcando lo local y lo familiar en la tradición. Por ejemplo, se pueden quemar junto con llareta (Azorella compacta) o con wiracoba (D. cinereum) traída de más al norte; el procedimiento puede hacerse en un plato o en un “kobero”, sahumador de cerámica confeccionado para tal propósito.

Desde tiempos antiguos, algunas regiones han funcionado como ruta de enlace entre territorios andinos. Allí, el constante intercambio de tradiciones culturales ha promovido el uso concomitante de las variedades botánicas endémicas y de las especies “importadas” desde otras regiones. Tal es el caso del territorio de Pica-Collahuasi-Ollagüe, en Chile, donde se utilizan Diplostephium cinereum, a la usanza del extremo norte de Chile y sur de Bolivia, Fabiana squamata (aquí llamada tara macho) característica de áreas más sureñas y la resinosa local Parastrephia teretiuscula (“tara koba”) (1, 2).

En la Quebrada y la Puna jujeñas, según Bugallo & Vilca, la koa o koba destinada a quemarse es Parastrephia quadrangularis, cuyo aroma queda asociado a los momentos de ceremonias en que se “da de comer” a la Pachamama. Asimismo, al traer alimentos de otras regiones, los mismos son “chayados” y sahumados con esta planta, en un ritual destinado a conservar su “ánimu” –sus propiedades– y con el deseo de que duren más. Con fines curativos, relatan que “los olores de las plantas que se sahuman entran en el cuerpo” y “crean el ambiente de curación” (4).

P. quadrangularis Ref.7 pag151

Parastrephia quadrangularis (Ref. 9, pp. 151).

Por otra parte, Ivana Jofré Luna aporta su análisis sobre los rituales en Antofalla (Catamarca), donde se usa la misma especie botánica, que aquí recibe el nombre de “chachaco’a”, para la señalada, para las ceremonias para la Pachamama y durante otros rituales agrícolas. En ocasión de estar en falta, la planta puede ser reemplazada por especies lugareñas, como “pata de perdiz” (Fabiana bryoides [Phil]) o “lejía” (Baccharis incarum [Wedd.]) (3). Volviendo al territorio chileno, en el área del Salar de Atacama las funciones de la koa también son identificadas con Parastrephia quadrangularis, llamada vulgarmente chacha, chacha hembra (2).

En la zona de Potosí, Bolivia, se describe que terminada la construcción de una casa se realiza una ceremonia en la que se utiliza la “q’uwa” como planta ceremonial para sahumar, aunque no se especifica a qué especie botánica corresponde (5).

Db de Koas Chile Arg

Distribución de las diferentes especies de «koa» en Chile y Argentina en base a las fuentes consultadas (Mapa base: Google Earth)

Todos los nombres, la koa

Una misma especie botánica que crece en diferentes ámbitos geográficos puede ser conocida mediante dos o más nombres vernáculos, ya sea por influencia de los distintos idiomas que confluyen en una misma región o porque la tradición oral ha ido transformando esos nombres. Se revaloriza así su importancia lingüística y cultural (6, 7). Por otra parte, un mismo nombre vulgar puede ser utilizado para referirse a especies botánicas diferentes que, por el simple hecho de ser elegidas para participar de los rituales, transmutan en “koa” (1, 2).

De esta manera koa, khoa, ko’a, koba, koba hembra, koya hembra, wirakoa, huira-koa, k’oa, koba, koba Santiago, koa Santiago, orqokipa, orqo kipat’ula, qoba, illakowa, koille, koba macho, tara macho, tara koba chacha, tola, pulika, chacha, chacha hembra, chacha chica, chacha fina, chachakoa, koa macho, chakatola, chachaco’a, tola de río, tola vaca, tola cebosa, tola kobatola, kulkut’ula; kobatola, kulkut’ula, chacha macho, chacha pelada, tola, koba del zorro, koya macho, koya, kolla, koba, biscular, q’uwa son algunos de los nombres vernáculos recopilados a partir de las diferentes fuentes consultadas para este artículo.

Por su parte las especies botánicas asociadas a estas denominaciones corresponden a Diplostephium cinereum, Fabiana squamata, Fabiana bryoides, Parastrephia quadrangularis (Parastrephia lepidophylla), Parastrephia teretiuscula, Baccharis incarum, Plazia daphnoides.

  • Diplostephium cinereum: koa, koba, koba hembra, wirakoa.
D. cinereum - Cristián Estades

D. cinereum (por Cristián Estades, GEP, Chile)

Es un arbusto resinoso y aromático, perteneciente a la familia de las Asteráceas. Su nombre botánico –diploos, doble y stephan, corona– refiere a los vilanos en doble hilera que persisten en los aquenios o frutos, y cinereum, del latín cinereus, gris-ceniza, hace referencia al color característico de sus hojas tomentosas. Las inflorescencias son en capítulo, con flores marginales liguladas, femeninas, blancas mientras que las flores centrales son tubulosas y hermafroditas (8). El género comprende cerca de 90 especies, todas nativas de los Andes desde Colombia hasta el N de Chile en la denominada transición tolar-pajonal, y para el altiplano boliviano, en la zona vegetacional de Puna Seca. Esta especie fue observada en el piso puneño, creciendo conjuntamente con Parastrephia quadrangularis, Baccharis tola, Fabiana ramulosa, gramíneas, entre otros arbustos (9, 10).

  • Parastrephia quadrangularis (Meyen) Cabrera: chacha, chacha hembra, chacha chica, tola, pulika, coba, tola de río, tola vaca, tola cebosa.
P. quadrangularis por Lucas Burchard Señoret-Flickr-

Parastrephia quadrangularis por Lucas Burchard Señoret (Flickr).

El nombre específico de este arbusto resinoso, perenne y nativo, significa “cuadrangular” y alude probablemente al aspecto que muestran sus ramas debido a la disposición de sus hojas. Variando desde 20 cm a 1,5 m de altura, sus ramas se disponen de forma densa y laxa, algo rastrera. Las hojas imbricadas, muy apretadas al tallo, presentan una nervadura central y la cara inferior tomentosa. Ofrece flores tubulares amarillo-anaranjadas. Es una especie representativa del piso altoandino de Chile, por sobre los 4000 msnm, asociada con Azorella compacta (llareta) entre otras. En Argentina, se la encuentra desde Jujuy hasta San Juan, entre los 3000 y los 4700 msnm, en formaciones arbustales y en vegas de la Puna. Se la utiliza como medicinal, como leña y forraje. También tiene propiedades tintóreas en la gama de los verdes y amarillos (9, 11, 12). Esta especie presenta una morfología similar a Parastrephia lepidophylla, aunque esta última mostraría un crecimiento mucho más erecto y ramas más delgadas. Dado que comparten el hábitat, pueden ser confundidas (9, 11). En algunas referencias se citan como dos denominaciones de una misma variedad (13).

  • Parastrephia teretiuscula (Kuntze) Cabrera: tola kobatola, kulkut’ula, kobatola, kulkut’ula, chacha macho, chacha pelada, tola, koba del zorro
P. teretiuscula Ref.7 pag152-

Parastrephia teretiuscula [Ref. (9), pp. 151].

Es un arbusto pequeño (familia de las Asteráceas) forma parte de los tolares en torno a los 3800 m de altitud, integrado a las comunidades del llamado piso puneño. Las ramas son verde-amarillentas y presentan una lanosidad blanquecina en el tallo, donde las hojas se disponen. Forma comunidades arbustivas junto con especies de Fabiana, Baccharis y Junellia, entre otras. Es considerada planta medicinal y también es utilizada para leña (9, 11).

  • Fabiana squamata Phil.: qoba, koba, santiago koba, koba santiago, koa, orqokipa, orqo kipat’ula
F. squamata por S. Teillier-

Fabiana squamata por S. Teillier [Ref. (16), pp. 20]

En un arbusto pequeño, de resina fragante perteneciente a la familia de las Solanáceas. Mide aprox. 30 cm de alto. Se caracteriza por presentar hojitas muy pequeñas, imbricadas, que semejan escamas dispuestas en torno al tallo y lo recubren en distintos grados, otorgándole un tono verde claro-amarillento. Es endémica del norte de Chile, habitando en determinados sectores de la puna por sobre los 3400 m de altitud, integrándose de esta manera, a los pisos: puneño y altoandino (9) donde coexiste con Baccharis tola, Azorella compacta, Parastrephia quadrangularis, entre otras (11).

  • Fabiana bryoides Phil.: k’oa, k’oa Santiago, oreja, oreja de ratón, pata de loro, pata de perdiz, leña de lagarto
F. bryoides Ref. 9 pp. 231

Fabiana bryoides [Ref. (11), pp. 231]

Es un arbusto resinoso de unos 40 a 70 cm de alto, con tallos densamente poblados de hojas, perennes, sésiles, glabras. Las inflorescencias son terminales y solitarias con flores tubulares que van del blanco, amarillento al azulado-violáceo. Se la usa como leña y como planta que acompaña los rituales de las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo, en Chile, y también en el noroeste de Argentina. Se ubica en ambientes altoandinos y puneños, entre los 2900 m y los 4900 m de altitud. Crece protegida por las rocas en laderas secas, arenosas, rocosas; se la ha observado creciendo en salares por lo que es considerada resistente a los suelos muy salinos. Junto con Parastrephia quadrangularis son plantas típicas del altiplano de Antofagasta y Atacama (3, 11, 14, 15, 16).

  • Baccharis incarum ó Baccharis tola Phil ó Baccharis lejia Phil.: ñakat’ula, ñakat’ola, tola, lejía, ñacatula, tola lejía, baila bien

El género Baccharis (Asteráceas) tiene alrededor de 400 especies exclusivamente americanas, presentes desde el centro-sur de los Estados Unidos hasta Tierra del Fuego, y sólo en la Argentina se han relevado 99. Baccharis deriva de Baco, dios de la vendimia y el vino en la mitología romana, probablemente en relación con las propiedades aromáticas de la raíz del vegetal. En la Puna el nombre “tola” se utiliza para designar indistintamente a varias especies de arbustos de morfología similar (12).

Baccharis tola por Mauricio Mercadante Flickr-

Baccharis tola por Mauricio Mercadante (Flickr)

Baccharis tola es un arbusto resinoso de 30 a 75 cm de altura, con ramas redondeadas, resinosas, con hojas densamente distribuidas dispuestas hasta el ápice, que suelen tener un aspecto lustroso debido a la presencia de resina que las recubren. Florece en forma abundante durante el verano, con flores blancas reunidas en capítulos. En la zona andina Argentina se encuentra presente hasta Mendoza, entre los 2200 y 4500 msnm, muy abundante en arbustales de suelos arenosos y pedregosos de la Puna jujeña. Se la utiliza localmente por sus propiedades medicinales, como combustible y forraje. Se han descripto dos subespecies: Baccharis tola Phil. ssp. tola y Baccharis tola Phil. ssp. altiplanicola F.H. Hellwig (9, 11, 12).

  • Plazia daphnoides Weddel: koya macho, koya, kolla, koba, biscular

Plazia daphnoides es una especie llamada koya macho, que coexiste en su habitat con la koa ceremonial Diplostephium cinereum y, aunque no reviste características resinosas (2, 7) se incluyó en esta descripción puesto que los nombres vulgares que recibe coinciden con algunos de los consignados para otras especies.

El género Plazia (Asteráceas) fue descripto por los botánicos españoles Hipólito Ruiz López y José Antonio Pavón a fines del 1700. Su nombre fue elegido en homenaje a Juan Plaza, médico y profesor de botánica español que creó uno de los primeros jardines de plantas medicinales en la Universidad de Valencia. El nombre específico significa “similar a Daphne”, quizás por presentar algún parecido con las plantas europeas del género homónimo, parecidas al laurel.

Plazia daphnoides es un arbusto de entre 0,5 – 1 m de altura, con ramas jóvenes densamente pobladas de hojas enteras, pubescentes en ambas caras y ramas viejas que carecen de hojas, mostrando cicatrices donde las mismas estuvieron insertas. Las bellas inflorescencias en capítulos solitarios sésiles, aparecen en los ápices de las ramas, con involucro acampanado. Sus flores, hermafroditas, presentan dimorfismo: las marginales son bilabiadas mientras que las centrales son pentalobuladas (17). Su color es blanco-liláceo y poseen un suave perfume (9, 12, 18). Son tres las especies endémicas de la zona andina de Sudamérica, pero en Argentina habita sólo ésta, en las provincias de Jujuy, Salta, San Juan y Mendoza, entre los 2500 y los 4500 msnm. Sus ramas son utilizadas como agujas para tejer y puscas para hilar. Sirve como tinte natural amarillo-verdoso y como forrajera (12). En algunas zonas se observan pocos ejemplares, indicando quizás un problema de conservación (9).

© veromendo, 2017.

Referencias

 (1) Villagrán, C.; Castro, V.; Sánchez, G.; Romo, M.; Latorre, C. e Hinojosa, L.F. La tradición surandina del desierto: Etnobotánica del área del Salar de Atacama (Provincia de El Loa, Región de Antofagasta, Chile). Estudios Atacameños, 1998, (16), pp 7-105: http://revistas.ucn.cl/index.php/estudios-atacamenos/article/view/474/457

(2) Villagrán, C; Castro, V. Ciencia indígena de los Andes del norte de Chile; Editorial Universitaria: Santiago de Chile, 2003, pp. 108-115: https://books.google.com.ar/books?id=n_nKYskOgDQC&dq=koa+planta&hl=es&source=gbs_navlinks_s

(3) Jofré Luna, I. C. Humito que se va pa’l cerro. Problematizaciones sobre la arquebotánica a partir de un caso de estudio en la Puna catamarqueña, República Argentina. Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana, 2013, 6, (1,2), 11-28.

(4) Bugallo L. y Vilca, M. Cuidando el ánimu: salud y enfermedad en el mundo andino (puna y quebrada de jujuy, argentina). Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2011. [En línea] en: https://nuevomundo.revues.org/61781

(5) Castro, V. La oralidad y su importancia en la transmisión de técnicas y valores. II Taller de Artífices del Barro (UNESCO), Tlaxcala, México. Septiembre Ponencia: https://www.academia.edu/5696773/La_oralidad_y_su_importancia_en_la_transmisi%C3%B3n_de_t%C3%A9cnicas_y_valores

(6) Vignale N. D.; Gurni, A. A. Avances sobre plantas medicinales andinas. Cap. 4: Parámetros micrográficos para identificar doce especies medicinales andinas de Asteraceae de la Provincia de Jujuy, Argentina. Vignale Nilda Dora y Pochettino María Lelia (Eds.): San Salvador de Jujuy, 2009, pp. 137-141.

(7) Villagrán, C., Romo, M. y Castro, V. Etnobotánica del Sur de los Andes de la Primera Región de Chile: Un enlace entre las culturas altiplánicas y de las quebradas altas del Loa Superior. Chungara. Revista de Antropología Chilena, 2003, 35 (1). pp. 73-124.

(8) Ficha de cinereum. Laboratorio de Geomática y Ecología del Paisaje (GEP) de la Facultad de Ciencias Forestales y Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile: http://www.gep.uchile.cl/Biodiversidad/fichas_especies/plantae/arbustos/Diplostephium_cinereum/index.html

(9) Trivelly, M. A. y Valdivia, V. Alcances sobre flora y vegetación de la Cordillera de los Andes. Región de Arica y Parinacota. Región de Tapacará. 2º Ed. Ministerio de Agricultura. Servicio Agrícola y Ganadero: Santiago de Chile. 2009, pp. 112-154: https://issuu.com/terranoide/docs/alcances_sobre_flora_y_vegetaci__n_

(10) Muñoz-Schick, M.; Moreira-Muñoz, A. y Moreira Espinoza, S. Significado de los géneros de plantas chilenas. Gayana Bot. 2012, 69 (2), pp. 309-359.

(11) Trivelly, M. A. y Huerta, J. A. Alcances sobre flora y vegetación de la Cordillera de los Andes. Región de Antofagasta. 1º Ed. Ministerio de Agricultura. Servicio Agrícola y Ganadero: Santiago de Chile. 2014, pp 231-237; 272-278: http://www.sag.gob.cl/sites/default/files/libro_sobre_flora.pdf

(12) Szumik, C.; Molina, A.; Rajmil, J.; Aagesen, L.; Correa, C.; Pereyra, V. V.; Scrocchi, G. J.. El maravilloso mundo de los animales y plantas de la Puna. Alfarcito, Laguna de Guayatayoc, Jujuy, Argentina. Serie Conservación de la Naturaleza, 22. Fundación Miguel Lillo: Tucumán, Argentina, 2016, pp. 105-167.

(13) a) Sistema de Información de Biodiversidad en https://www.sib.gov.ar/ficha/PLANTAE*parastrephia*quadrangularis ; b) Cajal, J.L., García Fernández, J. y R. Tecchi (Eds.). Bases para la conservación y manejo de la Puna y Cordillera Frontal de Argentina. El rol de las Reservas de la Biosfera, FUCEMA/UNESCO, Uruguay: 1998.

(14) Flora Argentina (Plantas Vasculares de la República Argentina): http://www.floraargentina.edu.ar/detalleespecie.asp?forma=&variedad=&subespecie=&especie=bryoides&espcod=4472&genero=Fabiana&autor=2&deDonde=4

(15) Aguirre, M. G.; Rodríguez Criado, M. F. Experimentación con especies leñosas de la Puna Meridional de Argentina. Aportes a los estudios antracológicos. Comechingonia Virtual: Revista Electrónica de Arqueología. 2013, 17 (2), pp. 255-274.

(16) Alaria, A. y Peralta, I. Las especies de Fabiana Ruiz & Pav. (Solanaceae) que crecen en Chile Chloris Chilensis, 2013, 16 (1), pp. 1-24: http://www.chlorischile.cl/

(17) a) Plazia daphnoides en floraargentina.edu.ar : http://www.floraargentina.edu.ar/detalleespecie.asp?forma=&variedad=&subespecie=&especie=daphnoides&espcod=17376&genero=Plazia&autor=196&deDonde=0&letra=Plazia b) Ficha de antecedentes de especie (2015). Ministerio de Medio Ambiente – Gobierno de Chile: http://www.mma.gob.cl/clasificacionespecies/fichas12proceso/pac/Plazia_daphnoides_12RCE_INICIO.pdf

MÁS BIBLIOGRAFÍA (ACTUALIZACIÓN)

García, M.; Gili, F.; Echeverría, J.; Belmonte, E.; Figueroa, V. K’oa, entidad andina de una planta y otros cuerpos. Una posiblidad interpretativa para ofrendas funerarias en la arqueología de Arica. Chungara Revista de Antropología Chilena. 2018, 50, (4), pp. 537-556. http://chungara.cl/Vols/2018/50-4/003-GARCIA_ET_AL.pdf

1º de Agosto, celebración de la Pachamama en Jujuy en https://chucalezna.wordpress.com/2021/08/01/1o-de-agosto-celebracion-de-la-pachamama-en-jujuy/

Imágenes:

SITIO RECOMENDADO PARA FLORA Y FAUNA DEL ALTIPLANO: https://www.flickr.com/photos/burchard/

 

Agosto, mes de la Pachamama en Jujuy

La celebración de la Pachamama humahuaqueña en imágenes.

Pacha2016

Fotografías: (c) veromendo

Agradecimientos: a la profe Faltracco y a Irma Alejo, quien ofició esta ceremonia en 2016.